Deportivo Morón vuelve a recorrer los caminos de las dudas, la pobreza en el juego, la falta de llegadas y de una apatía anímica que preocupa sobre todo a esta altura de la historia. Nuevamente, y a pesar de tener todo a favor, dilapidó una excelente oportunidad de quedarse con los tres puntos, asegurarse un lugar en el reducido y de empezar a adueñarse del quinto puesto en la tabla general.
Sólo el tiro libre - gol de Yassogna y los errores de Leo Griffo (arquero rival) fueron los factores más peligrosos de un equipo que decididamente se empecina a parecerse a aquel de la primera parte del torneo cuando las dudas reinaban en el oeste.
Es que Toledo no se afirma en el fondo (fue reemplazado por Gásperi en el entretiempo...¿otra lesión?)y el medio campo de Yassogna, Lillo, Fede Domínguez y Peralta son tan intrascendentes como la inoperancia ofensiva de Barrio Suárez y Altobelli.
Morón volvió a jugar noventa minutos sin siquiera crear una sola jugada de peligro sobre el arco contrario, sacando obviamente algún corner o tiro libre. Pases cortos tan erráticos como los largos. Jugar siempre para atrás. Incapacidad de sacarse aunque sea un hombre de encima. No tomar más no sea un tiro de media distancia. Ni hablemos de alguna jugada llegando cara a cara con el uno rival.
Y tan mal se hicieron las cosas que aunque la fortuna le pusiera el partido en sus manos (en un error en la salida de Flandria, falta, tiro libre, gol y expulsión), el equipo de Blas no resistió mucho y con justicia el "canario" empató a los pocos minutos.
Y otra perlita: el gol visitante. Un tiro libre desde la esquina, Morel que sale a despejar y Barrio Suárez que se interpone, lo molesta y lo deja mal parado para detener el remate que en definitiva sería el uno a uno.
Al rato, Morón también queda con diez (doble amarilla a Lillo) y el empate termina siendo bien visto dado el trámite del partido.
Pitazo final, silencio absoluto y mucha preocupación. Caras largas adentro y afuera. Y tantas dudas que si alguna vez hubo un sueño, pareciera ser sólo eso, un pobre sueño que se disipa a medida que la pelota vuelve a rodar.
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