Ahora el problema no será Damián

Y al final, la película Blas-Damián terminó con el goleador asomado a la ventanilla del tren, agitando el pañuelo, con lágrimas de todos y con promesas de volver a encontrarse.

Y el trasfondo de la historia tendrá dos versiones: la del que se fue y la de los que lo fueron.

La del "nueve" dirá que todo se había desgastado y que el técnico jamás se desdijo de sus palabras en Tristán Suárez. Es más, siempre con el relato del "kuleao", Blas habría reconocido que sus dichos aquella tarde habían sido en un momento de calentura. Pero nunca lo hizo en público y siempre se mantuvo en su postura.

La versión del otro lado dirá que todo explotó antes del partido frente a Italiano cuando Damián abandonó el entrenamiento y a la semana siguiente hizo lo propio antes del partido frente a los de Caruso, habiéndole dicho a todos que ese encuentro lo jugaría. El cordobés justificaba ésto debido a su fascitis plantal cosa que el técnico nunca terminó de creer.

Pero estas cosas quedaron bien guardadas en el círculo del cuerpo técnico, dirigentes y el propio goleador. Para la "gilada", o sea nosotros, la historia comenzó a cambiar cuando a Akerman le llegaron un par de propuestas, de las cuales una se concretó ayer.

Ahí empezaron las dudas, sobre todo de los dirigentes, de cómo sería un equipo sin el goleador histórico y luego de una salida tan convulsionada. Porque en todo este tiempo no se oyó ni una sola palabra de ninguno en defensa de Damián, como se dice en el barrio: "le soltaron la mano".

Alguno pretendía que Akerman hiciera la "gran Montenegro", o sea que siguiera entrenando a pesar de que su técnico y los directivos le dijeron que no lo iban a tener en cuenta. Pero Damián no es el Rolfi, y prefirió irse en silencio y sin molestar. Es más, firmó la recesión del contrato aún con la abultada deuda que el club tiene con él.

El desafío de Giunta será demostrar que puede reemplazar a su desplazado y el de los dirigentes que la gente se olvide rápido de este bochorno. Y esto sólo se consigue con resultados, de esa manera Akerman será feliz en Mendoza, Giunta y nosotros lo seremos en Buenos Aires. Pero luego de todo esto hay algo que queda muy claro: la subcomisión de fútbol es muy chica para Blas Armando.